Sara Martín-Ruiz
University of Zaragoza, Spain

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Traducción de Regina López Muñoz
Madrid: Errata Naturae, 2013.
ISBN: 978-84-15217-58-9, 300 págs.

A pesar de su larga y prolífica carrera literaria, Edna O’Brien (Tuamgraney, Condado de Clare, 1930) es casi un enigma en las estanterías de las librerías españolas. De más de 30 publicaciones en inglés, que abarcan el período que va desde 1960 (no empezó a escribir hasta que emigró a Londres, donde aún reside) hasta la actualidad e incluyen sobre todo novela, pero también relatos, memorias, autobiografía, poesía y teatro, en España sólo se habían traducido cuatro de sus libros. El criterio que se ha seguido a la hora de seleccionar qué obras traducir y publicar en nuestro país, es todo un misterio. En 1972, la editorial Grijalbo publicó Agosto es un mes diabólico (August is a Wicked Month, 1965), la cuarta novela de Edna O’Brien. En ese mismo año se publicaba en Inglaterra la octava novela de la autora irlandesa, Night (1972), que sería traducida y publicada en España como Noche (1992) veinte años después por la editorial Lumen. Vuelven a pasar casi dos décadas, diecisiete años para ser exactos, hasta que la obra de Edna O’Brien de nuevo ve la luz traducida al español, esta vez de mano de Espasa-Calpe y por partida doble: en 2009 se publicó la novela La luz del atardecer (The Light of Evening, 2006; última novela de O’Brien hasta la fecha) y la biografía Byron enamorado (Byron, 2009).

Esta escasez de traducción al español de la obra de Edna O’Brien no se corresponde con la aclamada trayectoria de la autora, cuyos méritos literarios han sido reconocidos a nivel mundial en numerosas ocasiones. Entre otras distinciones, O’Brien cuenta en su haber con el premio Kingsley Amis por The Country Girls (1962), el premio europeo de literatura de la Asociación Europea de las Artes por House of Splendid Isolation (1995), y el premio Bob Hughes de literatura irlandesa en reconocimiento a toda su carrera (2009). Por supuesto, la escritora fue considerada escandalosa e inapropiada en Irlanda, hasta tal punto que, como nos recuerdan al final de la edición española de Las chicas del campo, el párroco de su aldea quemó varias copias de su primera novela en un acto público en la plaza de la iglesia.

Afortunadamente, a finales de 2013 Errata Naturae, que se autodenomina un proyecto editorial de carácter independiente, ha decidido hacer justicia a la gran dama de las letras irlandesas y se ha propuesto la noble tarea de darle coherencia a su obra para el público español. El primer paso para ello ha sido publicar por primera vez en español el debut de la autora, Las chicas de campo (The Country Girls, 1960), al que seguirán las otras dos novelas que completan la trilogía de Las chicas de campo, esto es, The Lonely Girl (publicada por primera vez como Girl with Green Eyes, 1962) y Girls in their Married Bliss (1964), así como la más experimental A Pagan Place (1970).

Las chicas de campo narra, desde la perspectiva de una Caithleen adulta, las aventuras y desventuras de ésta y su amiga de infancia Baba, desde que abandonan su pequeño pueblo rural al oeste de Irlanda en su adolescencia hasta su primera decepción amorosa en Dublín, pasando por una claustrofóbica estancia en un internado católico. Dicho así, parece que se trate de una mezcla de la típica Bildungsroman con el género romántico, tan a menudo asociado a la escritura femenina. Sin embargo, tras esa forma inocua, se esconde un contenido realmente subversivo para la época. Aunque es cierto que a día de hoy nos cueste comprender el escándalo que supuso The Country Girls en la Irlanda de la década de 1960, ya que incluso las escenas más tórridas nos puedan resultar naïves y algo descafeinadas, en realidad lo subversivo del debut de Edna O’Brien radica en el simple hecho de enfrentar al lector con la realidad de la Irlanda contemporánea (Coughlan 2006: 180). A través de Caithleen, experimentamos la claustrofóbica existencia de una mujer cualquiera en la Irlanda de mediados del siglo pasado, donde las rígidas normas del patriarcado y el catolicismo construyen, limitan y reprimen la identidad femenina. En este sentido, el lector español puede encontrar paralelismos con Nada de Carmen Laforet que, aunque ambientada en la Barcelona de la posguerra española, también resultó novedosa por la exploración de la subjetividad femenina de su protagonista, así como por el fiel retrato de una España empobrecida y encorsetada por el catolicismo que esta novela supone; una realidad asfixiante en la que la única esperanza de libertad se sitúa, como en la novela de O’Brien, en la metrópolis, lejos del retardatario mundo rural.

Con una protagonista que parece ser consciente de que los roles que la sociedad le ha impuesto no son más que una construcción, Edna O’Brien desconstruye en su primera novela el concepto de feminidad, así como las ideologías sexuales imperantes en la época e, incluso, lo que significa ser irlandés (Greenwood 2003: 21-5). Vemos, por tanto, que lejos de tratarse meramente de una novela de temática romántica, The Country Girls tiene de hecho un gran trasfondo político. Efectivamente, una binarización de géneros tan extrema, con unos ideales de mujer pura y sufridora dependiente de unos hombres hipermasculinizados, es fruto en gran parte de un cierto tipo de nacionalismo irlandés. Como han señalado varios autores, la independencia de Irlanda vino acompañada de una limitación continuada de los derechos y las libertades de las mujeres “por el bien del nuevo estado” (Pelan 1996: 49; Ingman 2002: 255).

No obstante, lo cierto es que, a pesar de la buena labor de la traductora Regina López Muñoz, que contextualiza con sus notas a pie de página algunas referencias culturales que de otro modo pasarían desapercibidas para el lector, como por ejemplo canciones de moda en los 50 o que el perro de la familia Brady se llama Bull’s-Eye por un tipo de caramelos, el ambiente puramente irlandés se pierde en la traducción. En cuanto a las informativas notas a pie de López Muñoz, se echa de menos alguna con relación a la historia entonces reciente de Irlanda. Por ejemplo, “the Black and Tans” en la edición española son simplemente “los soldados británicos”, por lo que un lector que no esté familiarizado con los acontecimientos históricos y políticos en la Irlanda del siglo pasado se pierde los matices (post)coloniales presentes en la novela. La vivienda de los Brady también merecería una mención propia a pie de página, ya que en el texto original se puede inferir que se trata de una de las “Big Houses” que fueron arrebatadas a los protestantes, pero el lector medio español no tiene por qué saberlo ni darse cuenta si no se le señala de algún modo.

Sin embargo, el sabor irlandés se pierde no tanto por una falta de contextualización histórica y cultural como por la inevitable pérdida de los acentos en la traducción española. El único caso en el que se conserva perfectamente el deje extranjero es con la casera austríaca y su marido, para los que la traductora ha optado por utilizar un español chapurreado mezclado con expresiones en alemán, tal y como hace O’Brien en el original. En el caso de Willie, el joven escocés que trabaja en la misma tienda que Caithleen, Regina López Muñoz opta por una especie de acento andaluz (“mae” en lugar de “madre” o “mieo” por “miedo”) que, aunque sirve para diferenciar geográficamente al personaje, para nada lo sitúa en Escocia. La mayor pérdida, no obstante, viene con el acento y expresiones irlandesas de la mayoría de personajes, incluyendo a la protagonista. Una de las palabras típicamente irlandesas que se repite hasta la saciedad a lo largo de la novela es “eejit”, pronunciación literal de “idiot” en boca de los irlandeses, que en español se ha quedado en un simple “idiota”. Cuando Mr. Gentleman describe a Caithleen como “an Irish colleen”, en español aparece “una moza irlandesa”, perdiéndose así el matiz propiamente irlandés que la palabra “colleen” lleva implícito. O por ejemplo, cuando, recién llegadas a la casa de huéspedes, Baba le indica a Caithleen que no deben ayudar a recoger si no quieren acabar convirtiéndose en “skivvies”, en español se ha traducido como “criadas”, conservando el significado pero perdiéndose el regionalismo irlandés de la palabra original. Así las cosas, no es de extrañar que el acento cantarín de Cork del taxista que las lleva a la casa de Dublín, que en el original, además de anunciarse por la narradora, también se puede leer en el propio personaje (‘Dju say something?’), en la traducción española sea simplemente mencionado por la narradora, tras un neutral ‘¿Ha dicho usted algo?’ por parte del taxista.

En suma, a pesar de la inevitable pérdida de sabor irlandés, Las chicas de campo es una más que aceptable traducción de The Country Girls, que anuncia los que seguirán siendo temas fetiche a lo largo de la producción literaria de O’Brien: familias desestructuradas, padres alcohólicos, madres sumisas, y mujeres en busca de su propia identidad en medio de una sociedad cuyas normas son rígidas y asfixiantes. Ante todo, esta apuesta de la Editorial Errata Naturae se trata de una necesaria aportación al mundo editorial español que, aunque nos llega con más de medio siglo de retraso, no es por ello menos valiente e interesante. Lo que no deja de ser curioso es que España haya tenido que esperar a una editorial emergente, dentro de una colección que podría considerarse de rarezas (“El pasaje de los panoramas”, colección en la que se enmarca Las chicas de campo, busca “encontrarse con el Otro y lo exótico”, según la web de la editorial), para que una de las obras más canónicas de una autora llegue al público español. Quizás esto nos sirva para reflexionar una vez más sobre el papel periférico que Irlanda parece seguir teniendo frente a la metrópolis inglesa. Esperemos que sigan apareciendo nuevas editoriales como Errata Naturae que permitan dar voz en España a ese “otro”, tan cercano culturalmente a nosotros, que es Irlanda. Si algo positivo puede tener la pérdida de sabor irlandés que padece la traducción española, es que acerca aún más una realidad y unos personajes que bien podrían haber salido de la España franquista, donde el patriarcado y la iglesia católica subyugaban la vida de sus mujeres, tal y como sucedía, y en parte aún sucede, en la República de Irlanda.

Works Cited

Coughlan, Patricia. 2006.‘Killing the Bats: O’Brien, Abjection and the Question of Agency’. Kathryun Laing et. al (eds.), Edna O’Brien. New Critical Perspectives. Dublin: Carysfort, 171-195.

Greenwood, Amanda. 2003. Edna O’Brien. Devon: Northcote House.

Ingman, Heather. 2002. ‘Edna O’Brien: Stretching the Nation’s Boundaries’. Irish Studies Review 10.3: 253-65.

Pelan, Rebecca. 1996. ‘Edna O’Brien’s “World of Nora Barnacle”’. Canadian Journal of Irish Studies 22.2: 49-61.