José Miguel Alonso-Giráldez
University of A Coruña, UDC, (Spain)

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Traducción de Javier Marías, Alejandro García Reyes y Miguel Temprano García.

Barcelona: Acantilado, 2012.

382 págs. ISBN  978-84-15277-55-2

Es posible que la relevancia literaria de William Butler Yeats en España no sea comparable, ni de lejos, a la que alcanzó de una manera vertiginosa en su país natal, pero, de todas formas, las traducciones de sus obras al castellano han sido numerosas y no hay nada que indique que este interés por el coloso irlandés vaya a detenerse. Desde el principio del siglo XX Yeats suscitó la atención de muchos intelectuales en nuestro país, singularmente en Galicia, donde los miembros del Grupo Nós, si de tal forma puede llamarse, editores de la afamada revista del mismo nombre, encontraron en él una de las referencias nacionalistas imprescindibles. Y, desde luego, una figura que representaba perfectamente el espíritu celta y atlántico que emparentaba, en no poca medida, a ambos pueblos. En realidad, tanto Yeats como Synge aparecen en algunas publicaciones periódicas de la época: Yeats en algunos números de La Revista, por ejemplo, aunque, como decimos, sobre todo lo encontramos en publicaciones gallegas.1 Con respecto a Synge, conocida es la traducción de Riders to the Sea —  Jinetes hacia el mar, llevada a cabo por Juan Ramón Jiménez y Zenobia Camprubí. Desde entonces, la obra de Yeats, de manera significativa, ha sido revisitada por nuestros traductores en múltiples ocasiones. No obstante, conviene señalar que su poesía completa no ha visto la luz en castellano hasta 2010.2

Si bien es cierto que la poesía representa la producción fundamental de Yeats, no hay que olvidar que su prosa y su teatro se emparentan directamente con ella. Hay varios hilos rojos que, de forma muy coherente, recorren la gigantesca obra del escritor, temas recurrentes e, incluso, personajes de ficción que aparecen y desaparecen como si pertenecieran a la estirpe de los fantasmas por los que siente tanta devoción. La reconstrucción del espíritu y la identidad de Irlanda a través de la recuperación de las historias transmitidas oralmente de generación en generación está en el origen del proyecto nacional de Yeats. Una tarea que entronca con el paisaje fundacional de Sligo, la sombra acogedora y salvaje a la vez del Ben Bulben, y, desde luego, con la colaboración establecida posteriormente con Lady Augusta Gregory, a la que conoce en 1896. Yeats es muy consciente de que recuperar el pasado mítico y legendario supone un viaje al comienzo de los tiempos, hacia la esencia de lo irlandés. Pero también un acercamiento al mundo rural, donde para él habita la verdadera Irlanda, sobre todo en el oeste del país. No en vano había aconsejado a Synge, en su encuentro parisino, que viajara a las islas Aran si de verdad quería conocer Irlanda y así incorporar ese conocimiento a su obra futura. Y Synge cumplió el encargo a la perfección. Yeats va a recuperar muchas historias que beben de los orígenes míticos, pero que a menudo mezclan lo pagano con lo cristiano, como es común también en otras culturas. Esas historias constituyen la materia principal de Mitologías, el libro (o colección de libros, para ser exactos) que nos ocupa: en concreto la traducción que vio la luz recientemente, en 2012, en la editorial Acantilado. Mitologías es en realidad la suma de algunas obras en prosa de Yeats, publicadas en su mayoría por separado, entre las que destaca El crepúsculo celta (The Celtic Twilight), una especie de obra icónica de los orígenes literarios del autor. El crepúsculo celta que se nos presenta aquí, la versión de 1893, recoge historias breves (muy breves algunas de ellas) que funden ese pasado literario y legendario con las interpretaciones populares, y ese es precisamente uno de los terrenos en los que Yeats se mueve con mayor destreza. La fascinación que ejercen sobre el lector estos relatos de fantasmas de aldea y criaturas hermosas y fieras es absoluta. Captura Yeats la oralidad de los textos, no nos priva de cómo se topó con algunas de estas historias en las faldas del Ben Bulben, omnipresente, a menudo de la mano de los más ancianos del lugar, como el viejo Paddy Flynn. No son extraños al folclore gallego, como bien sabían los intelectuales de Nós, muchos de los relatos visionarios de este mundo y del otro que pueden leerse en El crepúsculo celta. Y aunque Yeats admite que los espíritus irlandeses suelen ser más positivos que los de otros lugares, el diablo hace su aparición. A menudo hay dolor y violencia. Y venganza. Lo mismo aparecen visionarios que curas. Duendes, hadas, seres y bosques encantados, pero también alusiones al misticismo cristiano. Hay sucesos hermosos, pero al lado se ofrecen episodios terribles. El mal crece como una sombra desde la oscuridad. La naturaleza es benéfica, pero puede encerrar un mensaje de muerte. Yeats se hermana con uno de sus referentes favoritos, Blake, pero también Dante, que a su vez bebió, como él indica, de los famosos relatos de visión de cielo, infierno y purgatorio, algunos de ellos bien conocidos en la Irlanda medieval, como La visión de Tundal. En medio de una escena doméstica, aparentemente insignificante, se alza la visión del hermano muerto, y, ante la huida del protagonista, las puertas se cierran casi herméticamente. Las casas pueden estar encantadas, y de un modo maléfico. Drumcliff y Rosses, como Sligo, también son habituales en el paisaje de lo feérico. Yeats los conoce bien, y lo demuestra. No falta tampoco el humor, y, en no pocas ocasiones, se detecta ese perfume inevitable de los cuentos tradicionales, en los que lo más extraño en creíble, en los que entran en acción los elementos más aparentemente heterogéneos. Y, sin embargo, funcionan. Por supuesto, la superstición es la reina de la mayoría de los argumentos. Y la sangre, la carne o los huesos. Las rocas y las piedras no faltan en el papel de objetos encantados, ni los pájaros, tan literariamente medievales, ni otros animales.

Esta hermosa colección de historias había sido ya traducida por Javier Marías en 1985, y publicada por Alfaguara. No es, desde luego, la única traducción que se ha hecho. Pero en 2003, Reino de Redonda (de la mano del propio Marías) daba a la imprenta un volumen que reunía El crepúsculo celta y La rosa secreta, esta última obra traducida ya en 1986 por Alejandro García Reyes. Incluía un esclarecedor prólogo de Juan Villoro. Si en su día Juan Antonio González Iglesias elogió en el suplemento cultural Babelia la edición de estas narraciones que aquí mencionamos, indicando que “el germen es algo tan actual como el microrrelato”,3 justo nos parece que estas excelentes traducciones se recuperen ahora gracias a esta edición publicada por Acantilado. Tanto González Iglesias como José María Guelbenzu,4 coinciden en señalar que la oralidad y la pureza de El crepúsculo celta tienen su contrapartida en el lenguaje más elaborado, con más sabor antiguo, de La rosa secreta y de las historias de Hanrahan. Esta edición que reseñamos se completa (además de con La rosa secreta y Las historias de Hanrahan el Rojo, presentadas de forma separada, en la versión del propio García Reyes), con La rosa alquímica, Las tablas de la ley y La adoración de los magos, especialmente traducidas para la ocasión por Miguel Temprano García, conocido, por ejemplo, por sus versiones de Virginia Woolf. Junto a la aparición de personajes extraordinarios, que pasado el tiempo volverá a resucitar, como Michael Robartes o Owen Aherne,5 el lado más oscuro y ocultista de Yeats se abre camino en estas páginas diversas, y, sin embargo, homogéneas, en las que sus intereses por lo esotérico, lo secreto, lo alquímico, o, directamente, su participación en sociedades herméticas como el Golden Dawn (Amanecer dorado), o los rosacruces, o los movimientos teosóficos, aparecen sugeridos o representados. La singular pieza Per amica silentia lunae, bastante posterior, antecedente de A Vision, cierra el volumen, también traducida por Temprano García. Se trata de un espléndido conjunto de breves reflexiones literarias y culturales, sobre los sueños, el alma, la tarea del poeta y del héroe, la inteligencia creadora y sus orientaciones estéticas, en las que, como en todos los textos anteriores, flotan ideas de muy distinta procedencia. Esta es la característica fundamental del libro: la enorme constelación de sugerencias artísticas, la riqueza y pureza de lo que Yeats propone, y el sentimiento de que todo, por sofisticado y extraño que parezca, está enraizado en el sentir popular. Pues ya dice Yeats que “el arte popular es, de hecho, la más antigua de las aristocracias del pensamiento” (153).

  1. Los datos proceden de British and Irish Writers in the Spanish Periodical Press (1900-1965), ed. Antonio de Toro Santos y David Clark. publicada por Netbiblo en 2007. []
  2. Nos referimos a la versión de Antonio Rivero Taravillo, titulada Poesía reunida y publicada en 2010, en edición bilingüe, por la Editorial Pre-Textos. []
  3. Babelia, suplemento cultual de El País. 17 de mayo de 2003. []
  4. Revista de libros, núm. 77, mayo de 2003. []
  5. Vicente Molina-Foix considera que los editores deberían haber señalado que estos personajes “no son ni reales ni del todo ficticios; se trata de dos de los heterónimos cabalísticos en los que el fabulador tortuoso que siempre fue Yeats se desdoblaba en sus escritos.” Extraído de El Boomerang, http://www.elboomeran.com/blog/79/vicente-molina-foix/10/  Acceso el 29 de enero de 2013.  []